¿El Paradigma Socio-cognitivo-humanista?
Empezamos con una afirmación categórica que ha hecho Iván Welton: “El futuro del mundo se encuentra hoy en día en mi aula de clase”. Es una gran verdad y por eso los países que apuestan por el progreso social y económico invierten en educación. Taiwan, por ejemplo, invierte el 16% de su PBI en educación desde hace muchos años. (El 80% de las laptops que hay en el mundo se han construido en este país). Al igual que Corea del Sur tiene 200 días de clase al año y los alumnos tienen 1200 horas de reloj cada año. La educación ha producido el milagro finlandés, para convertir a una nación pobre en recursos, en una potencia tecnológica, y Japón tiene 240 días de clase (sábados también) y 1400 horas. La organización japonesa produce continuamente conocimientos y tecnología punta (datos 2009). Son países que han comprendido el viejo proverbio chino:
“Si haces planes para un año siembra trigo,
si es para 10 años, planta un árbol,
si es para 100 años instruye al pueblo”.
(Kuan Tsu, poeta chino del siglo VII a.C.)
Un país puede tener un crecimiento económico espectacular, pero si no hay una educación de calidad, el crecimiento económico no se traduce en desarrollo social y en calidad de vida. El crecimiento económico, en su mayor parte, va al bolsillo de unos pocos, sin embargo, el desarrollo social se traduce en una vida mejor y de más calidad para todos. El secreto de la transformación de un país es invertir en una educación de calidad. Tener ciudadanos que sean capaces de aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser personas. Estos “cuatro pilares de la educación” (La educación encierra un tesoro, J. Délors, 1996) son el fundamento de las actuales competencias básicas recogidas posteriormente en la legislación educativa de muchos países, incluído Chile. El informe Délors enfatizaba principios educativos tales como el potencial democratizador de la educación, la autonomía del alumno y la importancia del diálogo alumno-profesor, y la necesidad de una formación permanente en un mundo que cambia rápida y continuamente. Estamos en el escenario de la Sociedad de la Información y del Conocimiento, que implica una nueva ubicación en el tiempo y en el espacio (el ciberespacio). El nuevo modelo de sociedad demanda un nuevo modelo de escuela/liceo. Hay que refundar la escuela/liceo. Hay que desaprender lo que sabemos para entrar en un nuevo paradigma pues, como es sabido, “cuando comienza un nuevo paradigma todos comenzamos de cero”.
A finales del siglo XX aparece la “revolución del conocimiento”. La materia prima no será el carbón, ni el acero o la electricidad, sino el conocimiento (la neurona). Es el neuro-capital humano. Responde a una sociedad post-industrial centrada en servicios. Estamos no sólo en una época de cambio, sino en un cambio de época. Más aún, como dice V. Forrester: “¿Cuándo tomaremos conciencia de que, en la sociedad actual, no existe crisis sino una mutación brutal de la sociedad? (Vivianne Forrester, 1997). Las mutaciones traen cambios imprevisibles; lo previsible en las mutaciones es lo “imprevisible…”. El cambio de las tecnologías de la comunicación ha producido un cambio (mutación) en la sociedad y demanda un cambio de paradigma en educación.
Es la sociedad que ha emergido como la culminación de las cuatro revoluciones tecnológicas de la comunicación (la revolución multimedia):
Siglo XV, la invención de la imprenta (1445)
En el siglo XX, (1920) el teléfono alámbrico
En 1950, la TV en blanco y negro
En 1985-90, la computadora y a final del siglo la Internet y la telefonía satelital
Hoy el celular se ha convertido en el centro de toda la tecnología de la comunicación.
Estas transformaciones tecnológicas y las posibilidades de interacción que ofrecen han producido un cambio (mutación) en la antropología del ser humano del inicio del siglo XXI. En lugar del “homo sapiens” aparece el “homo videns”, el “homo economicus” y el “homo utilitarius…”
Hay un dibujo chistoso en el que se ve a un niño preparando su mochila para ir a la escuela, colocando en ella, antes de ir a clase, los libros, la computadora, el ipad, y todos los demás instrumentos electrónicos… En un momento determinado se gira y ve a su padre leyendo el periódico. Le pregunta:
– Oye, papá, y vosotros ¿qué llevabais cuando ibais a la escuela? El padre, sin levantar la cabeza del periódico, le contesta: – Nosotros llevábamos la cabeza.
Es un retrato exacto de lo que estamos diciendo, por eso José Saramago, Premio Nobel de Literatura, ha dicho con mucho acierto que en nuestros días “corremos el peligro de tener tecnología cien y pensamiento cero”.
El ciberespacio es el entorno que multiplica y facilita nuestras posibilidades de acceso a la información y la comunicación con los demás. Sustituye al entorno físico; es virtual y real al mismo tiempo y en él interactuamos. Vivimos en una sociedad tecnificada y creemos ser libres porque tenemos más campo de actuación. Con facilidad podemos utilizar servicios que acortan el tiempo y el espacio y amenizan el dolor y la desesperanza. Sin embargo, asistimos a la paradoja de que “la tecnología de la comunicación nos acerca a los más lejanos y nos distancia de los más cercanos”. (Michele Norsa)
“Vivimos en una época — dice Manguel, escritor argentino – en la que valores como la brevedad, superficialidad, rapidez y simpleza son absolutos. Nunca lo habían sido antes. Los valores que desarrolló nuestra sociedad fueron los de la dificultad (para poder sobrellevar los problemas), la lentitud (para reflexionar y no actuar impulsivamente) y la profundidad (para saber adentrarse en los problemas). Si se prescinde de ellos se obtienen reacciones banales fácilmente manipulables”. (Alberto Manguel, en La ciudad de las palabras, 2010).
Todo esto exige “desaprender”; exige un “desprogramarse” de los viejos modelos conductistas en la formulación de los fines u objetivos y en la forma de intervenir en el aula. Tener el coraje y la visión proyectiva de la vida y de la educación; poder decir: “Debe haber una forma mejor de hacer las cosas…”. Renunciar al conformismo que dice: “Esta es la forma en que siempre lo hemos hecho. ¡No hay otra…!”
“¿Cómo vamos a conseguir resultados diferentes, haciendo las cosas de la misma manera que las hemos hecho siempre?”, se preguntaba Einstein. Coincidimos con Román, M. (2010) en esta observación: “La escuela puede llenar la cabeza de los alumnos de pájaros en forma de miles de contenidos durante quince o veinte años y devolverlos a la vida, incapaces de vivir como personas y como ciudadanos críticos, constructivos y creadores. Recordamos que lo que permanece realmente en la vida posterior a la escolaridad, es el desarrollo de una docena de capacidades más o menos generales y de otros tantos valores y actitudes que permiten orientar y dar sentido a la vida y ser útiles a la sociedad”.
José A. Marina (2010) afirma que una sociedad competitiva, técnicamente sofisticada y fundada en el conocimiento, exige un tipo de educación que se prepare para un mundo en cambio, y fomente la adquisición de unos recursos personales, intelectuales, afectivos, conductuales y éticos necesarios para sobrevivir en un mundo global, cada vez más complejo y difícil que aproveche las nuevas tecnologías. El mismo autor pide algunos urgentes en la educación: – Cambio de clima en el mundo educativo. Necesidad de imponer la búsqueda de la calidad, el acercamiento al mundo real, la utilización profunda de las nuevas tecnologías para construir un nuevo sistema educativo, un mayor contacto con las universidades, enseñanza intensiva de idiomas. – Cambio de actitud personal. Desde la enseñanza básica hay que desarrollar las capacidades y valores, la motivación y el deseo de aprender, puesto que todas las personas van a tener que hacerlo a lo largo de toda su vida. – Buena formación del profesorado. La educación obligatoria se ha hecho más difícil y exige mayor cualificación del profesorado. – Una mejor gestión del sistema educativo. Gestionar una Institución Educativa es una tarea complicada, que exige buenos equipos directivos y de gestión, es decir, un saber específico y muy cualificado. Todas las escuelas/liceos deben ser “organizaciones inteligentes”, “organizaciones que aprenden”. – Implicación de toda la sociedad, en el sistema educativo. La escuela/liceo no puede vivir aislada en el territorio. Debe haber una interacción más estrecha, a todos los niveles: familias, agentes sociales, municipios y empresas deben estar en contacto con la escuela/liceo. . El “sistema” educativo tiene que funcionar como sistema, para aprovechar las sinergias. – Aprovechar las posibilidades de las nuevas tecnologías, para elaborar una pedagogía nueva, más barata, eficaz y cosmopolita.
Pero, ¿quién tiene que gestionar el cambio? Un cambio de cultura tiene que emprenderse desde muchos niveles, y con una doble dinámica: de arriba abajo — leyes, financiación, ayuda de la administración pública – y de abajo arriba – mejora de la actitud del profesorado, el interés social por la educación –.
Estamos convencidos de que una buena educación es un derecho humano fundamental y al mismo tiempo es el instrumento más potente para luchar contra la pobreza de un país. No hay mayor discriminación, escándalo e injusticia que una educación mediocre, pues condena a los niños y jóvenes, de por vida, al atraso y a la pobreza y les cierra las puertas a la Sociedad del Conocimiento y al progreso.
Nuestra propuesta, trata sobre todo de la educación vista desde el Paradigma Socio-cognitivo- humanista. Es un nuevo paradigma pedagógico que de forma sincrética une el paradigma Socio-cultural y Socio-contextual de Vygostsky y Feuerstein, respectivamente, y el paradigma Cognitivo de J. Piaget. Ha sido ideado por el Dr. Martiniano Román y tiene una amplia fundamentación teórica y un desarrollo curricular a través de un instrumento, que es el Modelo T. Este instrumento permite, de forma científica, sintética y holística, reunir en un organizador gráfico, los elementos del currículum, los elementos de la inteligencia escolar y de la competencia.
La pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿El “Paradigma Socio-cognitivo-humanista” da respuesta a las necesidades que se plantean a los jóvenes en el inicio del siglo XXI? Dicho de otra forma, el Paradigma Socio-cognitivo-humanista, si quiere ser un verdadero paradigma del siglo XXI debe contestar a esta pregunta fundamental: ¿Qué tipo de educación hemos de dar a nuestros alumnos para responder a las necesidades de las personas y de la sociedad del siglo XXI?..
Fundación Educacional José Abelardo Núñez
Fuente: UCM
Somos una Fundación sin fines de lucro que brinda servicios educativos a más de 5 mil estudiantes de la Región Metropolitana.
Copyright © 2020. Todos los derechos reservados.
DESARROLLADO POR PUNTOCODE